Nuestra Historia
Fue justo antes del 30⁰ cumpleaños de mi hija cuando todo comenzó. Yo recuerdo cuando mi hija Jessica me dijo “mami, yo quiero conocer las raíces de mi abuela. Yo quiero saber qué es lo que hace que mi abuela sea la persona que ella es. ¿Qué es lo que la hace ser tan increíblemente compasiva y tan llena de amor que hasta los animales como los perros se sienten atraídos hacia ella como un imán?” El día 13 de marzo del año 2020 llegamos a la República Dominicana. Esta era la primera vez que mis hijos pisaban el suelo del país, que vio nacer a la mujer más extraordinaria que ellos jamás hayan conocido, su abuela.
Jessica rápidamente se sintió agobiada por la dureza de la extrema pobreza y la falta de oportunidades. La extrema pobreza y la falta de oportunidades eran palpables, pero al mismo tiempo ella estaba impresionada con la sencillez de estas personas. Ellos tenían lo que realmente importaba. Ellos estaban conectados, ellos eran parte de la comunidad. A medida que nos embarcamos en nuestro viaje conocimos una persona tras, otra que nos hablaron del enorme corazón, no solo de su abuela Albertina, pero de su abuelo Pedro Arquímedez también.
Una señora nos expresó de cómo Pedro Arquímedez había pagado por su educación, otra señora nos contó de como el pagó el alquiler de un lugar donde vivir para ella, otra señora nos compartió de la manera de como él le daba de comer a sus vecinos. Yo también me enteré de que Albertina había prometido el cuidado financiero de un niño huérfano. Ella no solamente proveía para las necesidades de este niño, sino que también ella mandaba el sustento para la familia que protegía a este niño. Albertina nunca se olvidó de aquellos que estuvieron ahí cuando ella tuvo necesidad, incluso después que ella emigró a los Estados Unidos en el 1968 y luego sus hijos en el 1970. Ella sintió un profundo sentido de gratitud hacia aquellos que cuidaron a sus hijos en su ausencia, ella remitía una parte de su salario por décadas después de que sus hijos ya estaban en los Estados Unidos.
Albertina y Pedro Arquímedez encarnan el verdadero significado del amor por la humanidad. Ellos eran personas de pocos recursos quiénes tuvieron la oportunidad de ser un instrumento de enorme impacto en la vida de estas personas. Al oír de estas experiencias fue cuando entendí claro cuál era mi propósito. Yo regresé a la República Dominicana para mostrarle a mi hija sus raíces y, en cambio, yo encontré el propósito de mi vida. Esto fue cuándo yo prometí qué el espíritu amable y generoso de mis padres no podía morir y no debería morir con sus respectivas muertes. La muerte de mis padres inició el fuego abrazador que existe ahora en mí. Mi jornada verdaderamente solo ha comenzado.
Los Ángeles de Albertina han nacido y yo me he comprometido a ayudar a estos niños con sus necesidades básicas, pero sobre todo con la educación de los niños del Ciruelito es nuestro objetivo. La educación puede ser el camino para salir de la pobreza y la desesperación. Los Ángeles de Albertina al momento consta de un grupo de 34 niños y la meta es educarlos a todos y cada uno de ellos con la esperanza de que en un futuro se eduque al pueblo completo.
Al regresar a la República Dominicana al siguiente año, en el intento de llenar los zapatos de mis padres, mi corazón fue inspirado cuando Yunior, uno de los tantos niños en el pueblo, el cual quién al darle un nuevo par de tenis, los cuales eran 2 números más grandes que su tamaño- respondió “yo aprecio los nuevos tenis, no se preocupe que mis pies crecerán y los podré usar pronto” o Rosbeydi, quién estaba llena de curiosidad y muchas preguntas. Ella quería saber cómo se decía gracias en inglés.